Diagnóstico

Para su diagnóstico es necesario llevar a cabo análisis de sangre, que permiten excluir otros diagnósticos y buscar el anticuerpo específico de esta enfermedad (el cual ataca a los astrocitos) llamado “Acuaporina 4”.
Asimismo, se necesita de una resonancia magnética dado que, no sólo permite descartar diagnósticos alternativos, sino que también apoya el diagnóstico por la búsqueda de lesiones típicas.
Por otro lado, en ocasiones se realiza punción lumbar, aunque con el objetivo de poder alejarnos de otras enfermedades con manifestaciones similares.

TRATAMIENTO

Con respecto a su tratamiento durante los brotes de la enfermedad están indicadas las altas dosis de corticoides endovenosos lo más rápido posible desde el inicio del síntoma o incluso recambios plasmáticos o “plasmaférsis”.
Una vez confirmado el diagnóstico, además es necesario realizar un tratamiento crónico- prolongado inmunosupresor con el objetivo de evitar la aparición de nuevos brotes. Existen diferentes terapias inmunosupresoras disponibles, algunas de ellas son vía oral con pastillas (micofenolato, azatioprina), otras infusiones endovenosas (rituximab, eculizumab) y existen otras terapias inyectables subcutáneas (satralizumab).
Además, es importante recalcar que, como parte del tratamiento, es necesario realizar rehabilitación física neurológica y terapia ocupacional para la recuperación de las secuelas que pueden quedar luego de los brotes; y abordar también otros síntomas que pueden quedar como secuela de un brote, como por ejemplo los espasmos, el dolor, los problemas urinarios, cognitivos y anímicos, con sus respectivos tratamientos sintomáticos.